Y entonces pienso:
Me pongo en la idea de una lista, larga lista, de todo. Primero pongo lo necesario: mi lengua, mi cuello, las cuerdas vocales, mis manos, una vieja almendra que suena a canción, tu lengua, tu cuello, tus voz, tus manos, un enjambre de piel y olfato bien preponderado. El humo no va a tapar nada, ni el agua embotellada, las cervezas frías, el beso frío (es el agua, entende).
Y también agrego otras cosas, como las piernas, las de los dos, como raíces y con todo. Flores que crecen de por ahí. Tus piernas principalmente sorprenden. También agrego un poco de sabor, de tu sabor, de mi sabor, agrego un par de almohadas que cubran mejor y menos si es posible, agrego una mezcla de cama con piso con sed con hambre con verdades con mentiras con condimento.
Entonces mis manos se pasean por todo eso y tus manos pasean por todo aquello y hacemos un viaje de auto-otro-descubrimiento entre una forma mas de dolor agradecido. Mi mano pareciese conocer entre tus piernas, o entre tu remera y toda esa piel. Y tus manos pavimentan una carretera recién inventada desde una punta de mis falanges hasta un sueño de manotazo de ahogado. Jugamos sin saber.
Jugamos a todo. Jugamos a que destinamos a procesar la ceguera de esto, jugamos a saborear-nos, jugamos juegos de manos, jugamos juegos de miradas, jugamos juegos de boca.
Después de jugar, pienso:
Todo lo anterior, y ayer
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