15 de septiembre de 2014

Luces de una vigilia

Viajar es siempre estar volviendo.
Mi ciudad, que no es mía, me espera entero. Yo, que tampoco soy mio, la espero eterno. Siento una angustia de pescador en río crecido y no estoy seguro a quien acuden mis brazos.
Me descubrí otra vez, fascinado con el sabor de un muerto en mi historial. Era algo que me venían robando y ante la ilícita expropiación, maté. Fue el rumbo, o las calles, o un niño asustado en la cresta de las olas de mi pecho, buscando paz; encendí el salvoconducto, entre en la temprana vigilia del alma.

Siento que tengo mil manos, no dos. Que tengo mil pies, no dos. Ni esas manos encuentran donde apoyar la ternura ni mis pies el camino a casa.
Quiero construir una caja de vidrios rotos y tragarla. No comprendo e igual niego preguntar. Somos humanos, desvanecemos mitos y luego lamemos las heridas con cuentos. Y buscar no es igual que esperar. Lo primero es ludico, pero también aterrador. La buscanza (a costa de perder la esperanza) siempre está en el amor, o en la comunidad que traza la historia de mi piel contra otros fuegos. Ahí los vínculos, la boca, las palabras. Un poema es un hermoso significante vacío si no están los otros para escucharlo.

Tengo este sueño sobre una plaza y manzanas; y no te lo conté por vergüenza. Es lindo, y habla de la memoria, de liberarme y de un algo que me evade.
Sueño que tengo mil ojos. Todos lloran menos los que ven el el futuro algo menos borroso que este paño húmedo de lluvias sobre mi cuello.

Llegó al puerto un día todo un cargamento de mis corazonadas. A las que respeté parecían robles, siempreverdes. Las otras, faroles. Siempre puedo iluminar este tramo de dolores con ellos, y creer, en fin, en llenar de plantas y cultivar la paciencia que me falta.

Suena bien, comenzare luego de llorar.

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