junto mis prendas como pajaros muertos, las recojo del barro del tiempo
sin limpiarlas, las deposito una a una sobre los parpados ajenos.
Mancho sus dos ojos que son dos banquitos dispuestos a recibir
las prendas manchadas del fango del que venimos
amasados por las disposiciones de los cuerpos
unos sobre otros /otros sobre uno
como una torta de ojaldre de levitaciones epidermicas
que se asemejan tanto a la locura que debo suponer que esto es no más
que la realidad de la que venimos.
Los mancho con paciencia para que se marquen en el tapizado
de cada uno de esos cuerpos ajenos
su tapizado de ojos marrones como mi acolchado
su tapizado de ojos verdes como una jungla de loras
su tapizado de ojos azules como la disolución del mar
su tapizado de ojos que recubren las paredes
ojos salientes de los cardumenes del ethos
para volverse puro lego.
llenas todas de mis prendas, aves muertas por el pasado
por las piedras de incanzables vecinos por el pasado,
por sus ojos que se ven hermosos por el pasado,
por esta coagulación de sangre y barro por el pasado
y ahora,
porque re-conoce y re-corre entonces
mi desnudez con todas las prendas de mi
y me puede ver por fin desnudo,
y la carne ya no es sino carne y el cosmos no es sino caos
nada hay en el mundo que no sea uno
nada hay en el uno que no sea mundo
y asumo que sus ojos ajenos
vistiendome, con prendas como lentes opticos
aptos para catalogarme en unas u otras distancias:
distancias difusas para el ardor naufrago;
distancias claras para la madrugada de los embajadores;
distancias largas para el levantamiento de nuevos santuarios;
distancias cortas y urgentes para explorarnos
pueden ya presindir de esos engaños
y saber que si nada hay en el mundo que sea uno
y nada hay en el uno que no sea mundo,
todas las distancias son todas las distancias son todas las instancias
donde no son prendas sino nosotros
que nos embarramos
para hacernos cargo.
sin limpiarlas, las deposito una a una sobre los parpados ajenos.
Mancho sus dos ojos que son dos banquitos dispuestos a recibir
las prendas manchadas del fango del que venimos
amasados por las disposiciones de los cuerpos
unos sobre otros /otros sobre uno
como una torta de ojaldre de levitaciones epidermicas
que se asemejan tanto a la locura que debo suponer que esto es no más
que la realidad de la que venimos.
Los mancho con paciencia para que se marquen en el tapizado
de cada uno de esos cuerpos ajenos
su tapizado de ojos marrones como mi acolchado
su tapizado de ojos verdes como una jungla de loras
su tapizado de ojos azules como la disolución del mar
su tapizado de ojos que recubren las paredes
ojos salientes de los cardumenes del ethos
para volverse puro lego.
llenas todas de mis prendas, aves muertas por el pasado
por las piedras de incanzables vecinos por el pasado,
por sus ojos que se ven hermosos por el pasado,
por esta coagulación de sangre y barro por el pasado
y ahora,
porque re-conoce y re-corre entonces
mi desnudez con todas las prendas de mi
y me puede ver por fin desnudo,
y la carne ya no es sino carne y el cosmos no es sino caos
nada hay en el mundo que no sea uno
nada hay en el uno que no sea mundo
y asumo que sus ojos ajenos
vistiendome, con prendas como lentes opticos
aptos para catalogarme en unas u otras distancias:
distancias difusas para el ardor naufrago;
distancias claras para la madrugada de los embajadores;
distancias largas para el levantamiento de nuevos santuarios;
distancias cortas y urgentes para explorarnos
pueden ya presindir de esos engaños
y saber que si nada hay en el mundo que sea uno
y nada hay en el uno que no sea mundo,
todas las distancias son todas las distancias son todas las instancias
donde no son prendas sino nosotros
que nos embarramos
para hacernos cargo.
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