22 de julio de 2014

Ruina



Me sobran un par de versos al final de la oración. Como si la ternura,
así suspendida 
errante, me estuviera vomitando a mi mismo (aunque vomitando nunca es una hermosa
palabra, como pajaro singular o ciencia).

De repente tengo trapecios con inútiles columpistas dispuestos a bordo 
cayéndose a todo el tiempo de tus brazos.
Vieras.
viera los felices que se van / y me dejan en la soledad de los circos
las plazas
los pueblos, ahí todo abandonado.

Cuando construyo edificios, puentes o al corazón en el ibídem (tus siempre mapas)
un par de mis inocencias vienen eruditos orientales
con cuentos chinos, malayos, de tío de costurera sabia, sabrá quien le enseña
a estos locos cobardes jefes del mundo lo fácil que es robarme el amor
de entre los vacíos de mis manos.

Entonces debo vomitar toda la ternura
ebrio de vos, contando las monedas las caricias las caries
de este Angelus Novus, compatriota, dictado con letra de sangre:

"en esta,
llevo a mi / vos, ruina sobre ruina sobre ruina de la acumulación
originaria de vos en mi mientras
convertís de metáforas pelusas en continentes con empeño"

Si te viera hoy Magritte
Ce n'est pas une femme 
est une tempête

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