El deseo son
habitaciones oscuras
(conciencias)
llenas de interior.
Una mujer con sonidos a alfombra
un mueble con sentido de pertenencia
una pared del mundo que espera
permanecer
deseado todo.
Entre las flores del pie
hasta los pastos de la idea
no partas, ningún viento
puede soplar dientes
de leones
no se crean mundos
sin deseo
de crear mundos.
El deseo
es una cama que no sabe volver
los postigos derrotados
ante el verano infinito
o el foco quemado
esperando las RPM del ventilador.
Derrocado el ajedrez
muerto los claveles
y sin tintas en papel secante
...
no hay independencia
(me contaba Plaza San Martín)
que pese
como lo independiente
del deseo
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