22 de septiembre de 2013

Juguete nuevo



Los kioscos de las ciudades (sobre todo las pequeñas)
tienen su magia, o su tierra, o sus cosas.
Yo hablo de pieles cansadas, de arrugas en las facturas
de pocas o nada ganas de vender novedades.

Así, los niños uno a uno se acumulan a la novedad de turno
Hoy un álbum de pegatinas, mañana un sueño
o un juguete nuevo. Todo juega para la eternidad
exterior.

Encuentro juegos de color alegremente acomodado
en mi niñez interior, que por ahí me animo a mostrar.

(La pegatina de tus ojos quedo en mi ventana,
cuando en el kiosco del barrio
siquiera se animaban a venderme un sticker barato
de tu ausencia.)
 
No me juzgues, siempre fui tímido y pequeño.
Si de mi dependiera, como siempre
en cuanto pudiera, con un revés de aquellos
te tiraría la boca directo al naufragio.

Estos son mis juguetes, los de escribir
los de corear, los juguetes del pequeño niño algodón
en el mundo-clavo. Cree me
no depende de mi
las ganas que le cargo a la concesión
del bulevar de tus brazos,
al ritmo estrambótico de tus canciones
o a las simples ganas
de agarrarte contra los ladrillos vistos.

Todo lo demás, es discutible

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