19 de noviembre de 2010

Oliverio Girondo


 La dulce locura del Buenos Aires de 1900 tiene una fragancia a hoy muy fuerte, entre esa fragancia hay un sintoma, un olor que destaca. Olvierio, OLIVERIO! el viejo poeta que muere todos los días.
Si ha alguien hay que culpar de mi amor a la poesia, es a el sin lugar a dudas...

 

APUNTE CALLEJERO

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.

Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda...

Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.

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